Al escribir este post, aún tengo los tobillos tan hinchados que mis píes me parecen los de otra persona. Y aunque tengo la impresión de que una breve crónica sobre la prueba sería suficiente para transmitir cómo me ha ido, por algún motivo parezco empeñado en aburrir al personal, contando los detalles de esta aventura tan efímera que no llegó, afortunadamente, a durar más de 24 horas.
Y pese a ese empeño por relatar esta batallita, sigo sin tener claro por donde empezar. Tengo la misma sensación que una mañana de resaca en la que no consigo ordenar el orden de los garitos por los que anduve la noche anterior. Del mismo modo, todo anda aún mezclado en mi cabeza de tal forma que no consigo aclarar el orden de este post. Sin remedio será un relato desordenado, bastante ininteligible. Un lío, vamos.
En el kilómetro 25 me pregunté que leches estaba haciendo corriendo a esas horas y con ese calor. Decidí que no correría más hasta que se hubiese ido el sol. Y un poco mas adelante, antes del 35, una voz interior me recordaba, burlona: ¿tú no habías dicho que no volvías por aquí?
Tan solo en el silencio de la noche (aunque los pájaros seguían piando y me preguntaba si sería así en cualquier otra noche o era nuestra presencia, con frontales incluidos, la que les había despertado y alterado) pasado ya el kilómetro 60 me di cuenta del error que había sido correr a las 12 del mediodía, aunque solo hubiese sido en las bajadas. Ahí ya sentía que iba a necesitar todas las fuerzas para llegar y que las ampollas y demás molestias de los pies iban a ser mi principal penar. Los 100 son una prueba de piel, de rozaduras, de adaptar los kilómetros a las horas.
A las cuatro de la tarde me pregunté porqué me había dejado llevar por el engaño de una brisa suave que nos refrescó junto a un arroyo llevándonos engañados a correr bajo el sol a unas horas en las que caía a plomo. De esas horas recuerdo un río y mesas y gente en barbacoas. Gente normal que disfruta de un sábado con una barbacoa en familia o con amigos. También un pilón de abrevar ganado donde refresqué mis pies y los volví a untar de vaselina antes de seguir corriendo para alcanzar a los compañeros que se habían adelantado. También recuerdo charlas con Bea sobre muchas cosas, sobre los hijos, por ejemplo. Cuantas cosas que sabe Bea ocultan sus coletas.
De un rato mas tarde recuerdo la decepción por los compañeros que no iban a seguir. La tristeza al saber que para ellos tendría que ser en otra ocasión. La concentración por cumplir el objetivo de llegar, que me apartaba del tiempo de los abrazos o del tiempo para el descanso del cuerpo. En ese primer polideportivo Bea solo hablaba de salir cuanto antes y no perder tiempo.
Seguimos y un rato después me preguntaba que había pasado con los planes de la prueba. Se había retirado la persona que me había animado a hacer de nuevo esta prueba completa, y me sentí un poco perdido y desconcertado al tomar consciencia de todo lo que me esperaba por delante. Por suerte a mi lado caminaba la más dura de las chicas con las que he corrido. Y aunque no lo comentamos en tantos kilómetros compartidos, creo que en ese momento fue ella quien me salvó de las ganas de darme la vuelta y terminar en el primer polideportivo.
Piedras y más piedras. Cuestas y más cuestas. Y detrás, otra cuesta. Y detrás, otra cuesta más. Me preguntaba si aquél era el país de nunca jamás. Me preguntaba en que pesaba para haber metido en las bolsas que se reparten entre los tres polideportivos por los que se pasa y que hacen la función de puntos de avituallmiento y descanso, barritas de cereales para una semana. Me preguntaba que coño hacía allí, sufriendo de esa forma.
Afortunadamente tenía un motivo, una respuesta. Estaba allí por un Reto Solidario. Para cumplir mi parte de un trato que aún cuesta explicar y hacer entender. Un trato por medio del cual, le hablas a tu gente de un problema y les pides que se impliquen en resolverlo soltando pasta. Soltando pasta por otros. Haciendo una donación. Su parte del trato es soltar la guita. Mi parte del trato era hacer esta prueba. El objetivo era conseguir 500 euros para el programa Colores de Calcuta, dinero que se destinaría a luchar contra la desnutrición infantil y a facilitar educación, comida y un lugar en que pasar el día a unos pocos niños y niñas, mientras sus madres pueden ir a trabajar sin dejarles en la calle abandonados a su suerte y sin comida. El resultado de este primer Reto Solidario había superado el sábado los 1.200 euros. Ese era mi motivo.
El otro motivo era Bea, a quien solo conocía de alguna quedada en la Casa de Campo, de algún encuentro fortuito durante alguna carrera, de una conversación para que se uniese a uno de los equipos que intentamos formar unas semanas antes para realizar dos retos solidarios en equipo. Sin planearlo, por como había transcurrido la carrera, terminamos juntos el primer tramo y pasamos juntos el día, y también la noche. Compartiendo pequeñas cosas, conversaciones sobre cosas sencillas, kilómetros y esfuerzos. Aderezados con ensaladas de pasta y litros de agua, con polvo del camino y saludos afectuosos que la gente le va dando por donde quiera que pase. Bea me dio las gracias al terminar y yo se las di a ella. Supongo que ninguno de los dos estará muy seguro de haber terminado sin el otro. Y aunque seguramente cada uno habría encontrado a otra persona con la que compartir el recorrido, me alegra que el destino me regalase compartirlo con ella. ¡Gracias Bea por tu silenciosa ayuda, tu fuerza, tu perseverancia y tu interminable sonrisa!
Tres días despues, mis sensaciones siguen siendo extrañas y difíciles de encuadrar. Podría seguir enumerando momentos que se mezclan sin demasiado orden. Sensaciones, pensamientos (pocos), anécdotas irrelevantes salvo para mi mismo. El sentimiento de satisfacción por el Reto Solidario conseguido parace anularse por la sensación de dureza y los dolores que está prueba ha dejado de nuevo en mi cuerpo y en mi cabeza. Pero no sería justo, y además sería un rollo, hablar solo de lo duros que han sido estos 107 kilómetros en 22 horas y 14 minutos sin resumir una parte de las cosas positivas. La dureza la dejo para aquellos que deseen descubrirlo por si mismos. Total, si no has estado allí, no creo que puedas entenderlo. Y a quien no le interese estar, tampoco creo que le interesen estas batallitas.
Cosas bonitas:
Carol
Correr sabiendo que voy a ser papá en unos meses le da un toque especial a todo. Un toque impreciso e imposible de explicar en palabras aún, una sensación especial que me hace sonreir. Especial como la sonrisa de la mejor persona que podía encontrarme en el camino, la sonrisa de la chica mas bonita, que me llegaba por sms durante la prueba arropándome con sus besos. Sin tí, muchas cosas que me hacen feliz estarían pasando.
Antonio
Por increíble que parezca, cerca del kilómetro 80 y un poco antes de las seis de la mañana, un tipo llamado Antonio Plazas nos encontró viniendo en sentido contrario a la prueba. Antonio, que me había estado llamando desde el viernes para saber dónde y cuándo podíamos encontrarnos para acompañarme en los últimos kilómetros tuvo la paciencia de no mandarme al carajo, hacer él los cálculos para saber mas o menos a que hora llegaría a Tres Cantos y después, esperar de madrugada un sms enviado desde San Sebastián de los Reyes para darle una referencia de mi tiempo real. Chapeau Antonio! Que fuerte lo tuyo amigo. Ni sabía, ni podía decirte hasta unas horas antes que no tenía ni la menor idea de si sería capaz de llegar a un lugar donde nos encontrásemos. Me alegró verte y tenerte allí, y tú forma de estar con Bea, con Ramón y conmigo en los kilómetros finales. Eres un Deportista Solidario con todas sus letras y un tío estupendo. Compartiendo una cerveza (por fin una cerveza después de tanta agua!) te entregué mi tabaco muy chulesco yo ( que sepas que no he vuelto a fumar después de ese cigarro sin boquilla) y aún me arrepiento.
Ramón
Ramón apareció por el kilómetro 55, en plena noche ya, y se unión al dúo que formábamos Bea y yo acompañándonos ya hasta el final. Así que su compañía nos transformó en un trío. Un trío de una noche de primavera. Desde luego no era el trio que alguna vez había imagiando.
Ramón es silencioso y le gusta escuchar, nos dijo cuando nos presentamos. Y es cierto, no se mucho mas de el, salvo que tienes dos hijos, mujer y que es de leganés. Aunque ahora vive en Madrid.
Se que lo pasó mal en la parte final, en los últimos 15 kilómetros. Me alegró verle entrar en meta. Y espero que nos encontremos por esos mundos de Facebook tal y como acordamos al despedirnos.
Momentos y personas
Me reí de muchas cosas durante el día. Y también durante la noche. A veces me reía para mi mismo, en silencio, como queriendo ahorrar energías. A veces me reía hablando con alguien, como con Pilar, Fernando Anaya o Carlos Córdoba (gracias a los tres por estar siempre ahí).
Ayudar y divertirse
Le di muchas vueltas a todas las cosas que se pueden hacer en un Reto Solidario. A que deben ser divertidos y no siempre tienen porque tener un componente ultra duro. Pensando en que lo principal es divertirse y mejorar la salud. Compartir, sonreír y ayudar. Pensando en que es un regalo, poder hacer algo que nos gusta y ayudar a otros. Pensando que ese es un privilegio que tenemos por vivir en esta parte del mundo y que quizás también era una obligación devolver el favor a otros. En fin…
Agradecimientos
Me hubiese gustado dar más las gracias a todas las personas de la organización de esta prueba que me pareció complicada como pocas. Quizás por eso al legar a los puntos de avituallamiento intentaba soltar alguna gracia, yo que soy más bien poco gracioso. Supongo que son las mismas gracias que habrán soltado unos cuantso antes y otros cuantos después, pero imagino que de alguna forma saben que son una forma de darles las gracias por estar ahí. Bajo el sol. Bajo las estrellas. Algunos más solos que la una. ¿Que si puede ser un brugal con coca cola? ¿Qué si este es el alter donde pincha DJ Walker? ¿Qué si no les da miedo ver acercarse a tantos zoombies con frontal? En fin, gracias a todos y todas las personas de la organización y gracias a Aneto por ese caldo.
Gracias a los masajistas, por hacerme dos o tres perrerías como clavarme una uña en el labio para evitar que me siguiesen dando algo que yo llamaba tiritera y que más bien eran espasmos. Resulta que el cuerpo al relajarse de una situación de estrés después de un masaje (gloria bendita, eh) reacciona así a veces. Pufff, pensaba que me tocaba abandonar. Y una parte de mí realmente lo deseaba en ese momento. Dichoso kilómetro 73,4.
La próxima vez llevaré ibuprofeno. Sobre todo después de ver sus efectos en Bea. Y de soportar ir con la lengua fuera desde el kilómetro 75 al 85, que se dice pronto.
Gracias a los de la chapa y pintura, que me curaron las ampollas en el kilómetro 88.
Gracias a Suso, por haber sido un valiente (o un temerario) y haberse lanzado sin paracaídas a realizar hombro con hombro conmigo un Reto Solidario. Estoy seguro que te ha dolido haber tenido que retirarte, pero has estado ahí, y creo que eso es lo importante. El año que viene podrás repetir con la incertidumbre de acabar o no. Pero el dinero que has conseguido mover ira en dirección a un proyecto solidario llevando la certidumbre de los alimentos y de ayuda real para los niños y niñas que decidiste apoyar.
Y gracias a todos los que me habéis apoyado durante este resto con vuestras donaciones, con vuestras palabras de ánimo, con vuestra presencia en la salida y vuestras llamadas y sms deseándome suerte. De todos vosotros es alguna parte de esos 107 kilómetros que me dijeron que tenía finalmente la prueba.
Fueron 22 horas y 14 minutos de risas y sonrisas, de sudores y dolores, de esfuerzo y superación. Todo eso y más esta en el deporte. Y también mucha solidaridad. De los que están a tu lado en esos momentos y de los que están a tu lado aunque no estén justo ahí.
Lo bueno: conocer a nuevos amigos corredores y haber podido terminar.
Lo mejor: haber sido capaces, entre todos, de arrancar algo que ahora siento que no va a parar. Lo llamamos Deportistas Solidarios y aún tenemos que explicar en que consiste. Pero estoy convencido que el año que viene, en los 100 kilómetros en 24 horas del 2012, se hablará mucho de causas y proyectos, de Retos Solidarios y del montón de Deportistas Solidarios que estarán haciendo esa prueba por una causa, intentando conseguir donaciones mientras se esfuerzan por cumplir con su parte del trato.
Y gracias por aguantarme!
José Luis Muñano